Mariah Oliver: «Participé en la fundación de la sección española de los Latin Kings en Madrid»
MARIAH OLIVER
Escritora e investigadora

Mariah Oliver (Madrid, 1982) es filóloga e investigadora del Proyecto TRANSGANG de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, que estudia las bandas transnacionales y su papel como agentes de mediación en los conflictos entre ese tipo de organizaciones. Como exmiembro y fundadora de la Nación Latin King & Queen en España, es experta en grupos juveniles urbanos y en el papel de las mujeres dentro de ellos. Forma parte de los equipos de prevención de la violencia asociada a las bandas de jóvenes del proyecto de investigación. Acaba de publicar Latin Queen: Ascenso, caída y renacer desde el corazón de una banda (Penguin Random House), en el que habla de sus vivencias con los Latin Kings.
Entraste en los Latin Kings en el año 2000, con 18 años. ¿Qué te impulsó a ello?
Conocí y me hice amiga de algunos migrantes latinoamericanos que pertenecían al grupo y que decidieron reformarlo aquí. De hecho, fui partícipe en la fundación de la ‘sección’ española en Madrid. Supongo que me atrajo un poco la dinámica creada a su alrededor: la lucha contra el racismo, la estética, la música…
En tu libro, explicas que llegaste a alcanzar una posición importante dentro de la banda. ¿Cómo lo conseguiste?
Por el estatus particular que me daba el haber sido una de sus creadoras en España. Fui la primera mujer miembro de los Latin Kings en lo que para ellos era esa nueva localización, y eso suponía que se me atribuyera un carácter especial dentro del grupo.
En 2006, fuiste juzgada y condenada por asociación ilícita a pesar de que ya estabas desvinculada de él. Llegaste a pasar un periodo de tiempo en prisión. ¿Cómo te sentiste al entrar en ella?
Bastante mal, pero, cuando me detuvieron, ya tenía asumido que iba a ir a la cárcel y que no me iban a dejar en libertad condicional por la cuestión de la ‘alarma social’.
Entre otras cosas, me imputaron la comisión de los delitos de asociación ilícita, amenazas y coacciones. Pero, como demostró una nueva decisión judicial de los miembros del Tribunal Supremo, las dos últimas acusaciones carecían de una base legal con la que sostenerse.
Siendo el primer delito registrado en mi expediente, y estando castigado con dos años de internamiento en un centro penitenciario, hubieran acabado otorgándome la libertad condicional mucho antes si no hubiera existido esa ‘alarma social’ de la que antes hablaba.
«Aunque lo necesitaba, viví experiencias de las que no pude hablar porque la gente con la que intenté hacerlo se negó a escucharme»
¿Y al salir?
Fue muy complicado, sobre todo a la hora rehacer los lazos. Casi todas las personas que había a mi alrededor me trataron de una forma diferente. Creo que es porque no sabían cómo manejar la situación. Para ellos, era algo muy extraño, y a mí eso me hacía daño porque parecía que estaba como en una burbuja.
Era como si una barrera invisible me separara de los demás… Aunque lo necesitaba, viví experiencias de las que no pude hablar porque la gente con la que intenté hacerlo se negó a escucharme. Y, a la vez, también quería hacer borrón y cuenta nueva. Manejar todo eso fue muy difícil, sobre todo en los primeros meses.
Después de cumplir tu condena, comenzaste a estudiar de nuevo. Ahora eres filóloga e investigas a otros grupos urbanos. ¿Cuál es tu perspectiva actual sobre ellos?
Mi sensación es que han pasado de ejercer expresiones de resistencia contra el racismo a ser organizaciones a las que muchos jóvenes se unen porque están de moda.
La principal diferencia entre los chavales de entonces y los de ahora es que antes la mayoría eran inmigrantes que no habían conseguido encajar bien en su nuevo hogar y que se habían sentido rechazados por una sociedad que debería haberles acogido sin mayor problema.

Portada del libro de Oliver.
En cambio, muchos de sus actuales integrantes ya han nacido y crecido aquí. Algunos, incluso, son de ascendencia española. El motivo por el que se unen a estas agrupaciones ya no es el rechazo del resto de la sociedad. Lo que ocurre es que estas forman parte de su vida cotidiana, sus barrios y su entorno, y se adscriben a ellas como otras generaciones se adscribían a las tribus urbanas de pasadas épocas.
También colaboras en la prevención de la violencia asociada a las bandas juveniles. ¿Cuáles son tus labores concretas en este aspecto?
Nuestro Proyecto TRANSGANG, que está financiado con una beca de la Unión Europea (UE), estudia a las bandas transnacionales y su papel como agentes de mediación. El trabajo que realizamos consiste en acceder a los espacios de los grupos para tratar de mediar en sus conflictos a través del lenguaje de sus propios miembros: la música, la danza, el deporte…
«Tenemos que entender que los jóvenes integrados en bandas juveniles como las de los Latin Kings han acabado por normalizar el uso de la violencia para conseguir lo que se proponen»
Desde los primeros meses del año pasado, estamos asistiendo a un aumento de la violencia entre este tipo de organizaciones. ¿Por qué?
El problema respecto a esta cuestión es que no la hemos tratado de ninguna manera. En realidad, la hemos ignorado durante años. Sé que lo que voy a decir va a sonar extraño, pero tenemos que entender que los jóvenes integrados en bandas juveniles como las de los Latin Kings han acabado por normalizar el uso de la violencia para conseguir lo que se proponen. Para ellos, ‘cazar’ al enemigo no deja de ser parte del ‘juego’ en el que están metidos.
Llegados a este punto, nosotros no podemos hablar con ellos ni entrar a mediar. La única medida posible es que, cuando ya han sucedido las cosas, actúe la policía. Aunque, por nuestra parte, queremos seguir trabajando de manera preventiva.
La edad media de introducción en las bandas ha bajado. ¿Cuál es la explicación de este hecho?
Para mí, tiene que ver con el acceso ilimitado e incontrolado de los jóvenes a las redes sociales. En ellas, las bandas comparten publicaciones pensadas para llamar la atención de los chavales, y tienen un gran éxito.
Los de 12 o 13 años no son miembros de pleno derecho de los grupos. Los verdaderos integrantes los llaman ‘bulteros’, ya que su utilidad consiste en hacer bulto, aumentar números.
Por otra parte, el que los jóvenes entren con cada vez menos años en los institutos también es la causa de que la edad media de los miembros de los grupos se haya reducido, pues los centros escolares de educación secundaria son lugares que los veteranos utilizan para reclutar a nuevos chavales.
Entre 2010 y 2016, los conflictos entre las distintas agrupaciones juveniles no eran tan graves. Podíamos haber intentado ejercer labores de prevención para evitar su radicalización, pero las administraciones no nos dejaron porque consideraban que el problema había desaparecido.
Las doce campanadas
Sitio más bonito de Madrid: El Retiro.
Una tarde cultural en: Las exposiciones de la Fundación Canal.
Un lugar para comer bien: El restaurante ecuatoriano La Madrina, en Villaverde.
Su monumento preferido: La estatua del Ángel Caído.
¿Se ha comido alguna vez las uvas en la Puerta del Sol?: No, me agobian un poco las multitudes [ríe].
Un plato, alimento o producto madrileño: El cocido.
Una calle: La calle de las Huertas.
Sitio desconocido de Madrid al que llevarías a un extranjero: La plaza del Carmen.
Canción que te recuerde a Madrid: 19 días y 500 noches, de Joaquín Sabina.
¿Cibeles, Neptuno, u otra fuente para los triunfos deportivos?: Antes era de Cibeles, pero ya no soy muy futbolera. Aun así, sigo siendo más de esa que de otras [ríe].
¿Qué tiene Madrid que no tiene otra ciudad?: Que nadie te mira raro, vengas de donde vengas. Acoge a todo el mundo.
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