José María Camarero: «No solo hay que ocuparse del dinero en épocas de crisis. También cuando la economía va bien»
JOSÉ MARÍA CAMARERO
Periodista económico y escritor

José María Camarero (Cáceres, 1981) es un periodista graduado en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Especializado en Información Económica en la Universidad de Zaragoza, ha trabajado en el diario ABC, el semanario Mi Cartera de Inversión y la agencia Colpisa. También ha colaborado en programas de LaSexta, Negocios TV, Telemadrid o Trece TV. Harper Collins acaba de publicar su primer libro, Crisisfobia, en el que da consejos para sobrevivir al ‘apocalipsis económico’ en el que parece vivimos en los últimos tiempos. En esta entrevista nos ofrece algunos consejos para que podamos sanear nuestras economías…
Una de las cuestiones que tratas en tu nuevo libro es la de cómo afrontar el pago de los gastos energéticos del hogar. ¿Cuál es la mejor forma de hacerlo?
El tema de la energía ha tenido mucho impacto en el último año y todos hemos estado muy pendientes de la factura. Esto antes no pasaba de forma habitual porque, cuando nos llegaba el recibo, lo que hacíamos era mirar lo que teníamos que pagar y lo hacíamos sin preocuparnos de nada más. Esta crisis ha provocado que lo analicemos más en profundidad, ya que el precio de la electricidad ha tenido muchos altibajos en los últimos meses.
Hay tres aspectos para reducir el precio que pagamos por la luz en los que la gente no suele fijarse. En primer lugar, tenemos que mirar cuánta potencia tenemos contratada. Hay un 60 o 70% de la población que no sabe cuál es la que tiene en su casa, y la mayor parte de ella tiene más de la que necesita en realidad. En una casa media, sobrepasar los 4,5 kilovatios de potencia es tirar luz a la basura, por lo que ahí ya se podría recortar la parte fija del recibo mensual.
En segundo lugar, está el llamado ‘término de energía’, que indica a cuánto estás pagando cada kilovatio que consumes por hora. Esta cifra la tienes que utilizar para comparar las tarifas de las diferentes empresas. Ahora mismo, pagar más de 20 céntimos por kilovatio/hora es demasiado. El precio estándar gira en torno a los 15 céntimos, y, si pagas menos, tienes suerte teniendo en cuenta las actuales condiciones del mercado.
En tercer lugar, tenemos que saber cuál es el tipo de tarifa que tenemos. Hay dos fundamentales: la regulada, que también puede aparecer con el nombre PVPC, y la libre. El cambio de tarifa entre distintas compañías es gratuito y no hay ningún tipo de problema. Incluso puedes negociar con tu eléctrica advirtiendo a sus empleados de que puedes irte a otra donde tengas una mejor oferta.
Como explicas en Crisisfobia, existen tres tipos de empresas eléctricas: las que se dedican a la generación de electricidad, las que la distribuyen y las que la comercializan. Cuando tienes una incidencia, ¿a cuál debes acudir?
Esa es la parte complicada del asunto. El lugar al que tienes que ir o llamar depende del tipo de problema que tengas. El nombre de la compañía es el mismo en muchos casos. La generadora es la propietaria de las centrales nucleares y eólicas, así como de las plantas fotovoltaicas que la organización tenga en propiedad. Este mercado está regulado, así que poco podemos hacer.

Camarero destaca afirma que invertir es bueno para el pequeño ahorrador, aunque advierte que es mejor tener un asesor. / El Resurgir de Madrid.
La distribuidora es la que nos da de alta y baja la luz que tengamos en casa. No la podemos elegir, nos viene marcada por el territorio. En el caso de Madrid, tenemos la antigua Unión Fenosa e Iberdrola. Esas son a las que debemos llamar cuando se nos va la luz o queremos cambiar el titular del contrato.
La comercializadora es la que nos factura todos los meses. Puede ser alguna de las grandes, cuyos nombres todos conocemos, aunque también hay decenas de negocios más pequeños. A esa es a la que tenemos que reclamar cuando el importe de la factura que estamos pagando no se corresponda con el precio acordado en el contrato.
«Yo tengo 42 años. Desde hace 30 o más, vengo escuchando que las pensiones públicas no van a aguantar. Y aquí siguen, aunque sea con reformas»
Un capítulo del libro está dedicado a la banca. Afirmas que, desde el estallido de la crisis del 2008, sus clientes tienen más ‘poder de negociación’ frente a las entidades. ¿Cómo funciona este poder?
Una de las pocas cosas buenas que han tenido las últimas crisis económicas es que nos han permitido ver que poseemos un poco más de poder del que creíamos tener como consumidores y ciudadanos. Ahora, cuando tú te diriges a un banco, puedes decirle: «Yo no estoy de acuerdo con esto. Me puedo llevar mi dinero a otro sitio si no me ofreces unas mejores condiciones o no me informas bien de este producto». Esto es algo que antes era impensable.
Nos quedábamos con lo que nos daban, y luego venían los problemas. Recordemos las participaciones preferentes o las ‘cláusulas suelo’. Eso ha cambiado poco a poco. De lo que se trata es de no ir con miedo a la oficina o sucursal, y lo digo sobre todo por la gente de mayor edad…
Uno no tiene que acudir y aceptar lo primero que le ofrezcan. Puede ir bien informado y negarse a que le apliquen una comisión innecesaria, por ejemplo. Se trata de negociar. El banco tiene más poder, pero sabe que no puede perder muchos clientes.
¿Sirve entonces esta estrategia para conseguir mejores condiciones en la prestación de un servicio?
Por lo menos, para que el tú a tú con el banco cambie. Este tipo de empresa tiene unos objetivos y unos productos que le interesa vender, pero la relación entre ella y sus clientes ya no funciona como antes. Entre otras cosas, por casos como los de las preferentes, que les han supuesto un daño reputacional muy importante.

Según el periodista, el sistema público de pensiones continuará existiendo, aunque se le irán aplicando reformas. / El Resurgir de Madrid.
Por lo tanto, las propias entidades se han vuelto más conscientes de que no se trata de vender por vender o de colocar un producto por colocarlo. Lo que hay que hacer es pensar para quién es adecuado ese producto. No es lo mismo el perfil de una persona mayor que el de una joven, ni el de alguien que quiere arriesgar que el de alguien que no desea hacerlo.
O sea, que se trata de proporcionar un servicio útil y de calidad…
Claro. Es por su propio interés, además. ¿Qué pasa si el banco vende una hipoteca incorrecta a un cliente con un perfil equivocado? Que en dos o tres años, o incluso en unos meses, este va a estar descontento y le va a generar problemas.
Por cierto, otra cosa que muchas personas no saben es que se puede reclamar a los bancos. Y si estos no te dan la razón aunque estén equivocados, puedes ir al servicio de reclamaciones del Banco de España para solucionar el problema.
«Derrochamos demasiado. Por eso, las crisis nos ponen en nuestro sitio como ciudadanos y consumidores». No se trata de tener una calidad de vida inferior, sino de hacer gestos que nos ayuden a ahorrar, explicas en las páginas de Crisisfobia. ¿De qué medidas hablamos?
Cuando hay una recesión, es muy fácil que a los ciudadanos nos digan: «Habéis gastado demasiado». Y no deja de ser verdad, pues hemos estado muy impulsados a ello. Cuando estalló la del 2008, nos convencieron para adquirir vivienda pensando que la economía no se iba a desplomar nunca. Y sí lo hizo.
En determinadas épocas nos han hecho creer que podíamos gastar todo el dinero que quisiéramos y derrochar energía sin ningún problema. Esta última crisis nos ha hecho ver que España no tiene capacidad energética. No tenemos petróleo ni gas, y las fuentes renovables que poseemos están muy bien, pero no han sido desarrolladas al cien por cien.
No se trata de vivir pasando hambre, como en la posguerra, pero tenemos que ser conscientes de lo que no tenemos y de lo que nos puede faltar en el futuro. ¿Quién se iba a imaginar que no íbamos a tener hielo el año pasado? Nadie lo esperaba. Y lo hemos echado de menos. Esto nos podría pasar con cualquier cosa.
«Una de las pocas cosas buenas que han tenido las últimas crisis económicas es que nos han permitido ver que poseemos un poco más de poder del que creíamos tener como consumidores y ciudadanos»
Otro asunto espinoso que analizas es el de las pensiones. Desde hace tiempo, se mantiene un ardoroso debate entre la efectividad de los sistemas de cotización público y privado. ¿Cuál de ellos es más rentable para el ciudadano medio en España?
Hay varias cosas que tengo que decir en cuanto a esto. Yo tengo 42 años. Desde hace 30 o más, vengo escuchando que las pensiones públicas no van a aguantar. Y aquí siguen, aunque sea con reformas.
El sistema público garantizará mayores o menores cantidades de dinero a los jubilados dependiendo de las circunstancias, pero lo hará. No hay que generar miedo. El problema está en que tienes que pensar cómo vas a vivir cuando seas un septuagenario. No es lo mismo financiarte a través de los subsidios estatales con una casa en propiedad que teniendo que pagar un alquiler.
Con esto tampoco quiero decir que los veinteañeros y treintañeros tengan que ponerse a pensar en ello, porque el ahogo que tienen con el mercado laboral es muy complicado. Sin embargo, a los 40 sí que hay que ir planteándoselo. Si no tienes vivienda en propiedad, tienes que tener ahorros para asegurar el alquiler. Y hay mil formas de conseguirlo.
Los planes de pensiones, en mi opinión, no son recomendables ahora mismo porque están muy penalizados. Lo más rentable es un fondo de inversiones que se adapte a tu perfil. Con él podrás disfrutar sin preocupaciones los 20 o 30 años que vivas después de dejar de trabajar.
¿En qué términos hay que ver el continuo alargamiento de la edad de jubilación?
Esta medida ha conllevado movimiento social porque la gente que lleva cuatro décadas trabajando no quiere dejar su oficio dos años más tarde que antes, pero es necesario. Sí que es verdad que hay trabajos muy duros como los de albañil, transportista, minero, agricultor… Y por eso existe en estos sectores la posibilidad de jubilarse de forma anticipada, siempre y cuando se acepten algunas penalizaciones.
La decisión es impopular, pero había que tomarla. De hecho, este Gobierno, que no fue el que impuso la nueva normativa, la ha mantenido. En este sentido, no hay vuelta atrás porque cada vez vivimos más. Además, la gente joven no accede al mercado laboral con la facilidad con la que podía entrar hace décadas.
Ya que estamos conversando de subidas, hablemos de la de los precios. Es un motivo de preocupación para todos los españoles… ¿Hay alguna manera de frenar el consecuente aumento de los gastos a través de iniciativas personales?
La primera medida que debemos tomar respecto a esta cuestión es redactar un ‘presupuesto cero’ a principios de año. Es fácil, solo tenemos que calcular los ingresos que obtengamos de nuestro trabajo, negocio, pensión… y luego ir analizando qué gastos tenemos que cubrir. Los primeros deben ser la hipoteca o alquiler, y los créditos. En segundo lugar, la cesta de la compra y pagos como el del colegio o las actividades extraescolares de los niños… Y luego anteponer el ahorro al ocio.

Camarero explica que una de las claves para reducir la factura de la luz es saber qué potencia tienes contratada. / El Resurgir de Madrid.
No hace falta que guardes 500 euros cada mes, ni muchísimo menos. Eso sería insostenible. Solo debes cambiar el orden de prioridades. Asimismo, es útil recordar técnicas básicas de la economía doméstica como: comparar precios, ir a distintos comercios, no dejarte llevar por impulsos, ir a la compra con listas… etcétera.
Muchos hablan de esas ‘inversiones’ que aseguran ‘enormes beneficios’ a los que tienen la valentía de ‘coger la oportunidad’. Pero otros no pueden evitar recordar cómo afectaron a los accionistas las recesiones de 1929 y 2008. ¿Qué consecuencias tiene invertir en época de crisis?
En principio, no ocurre nada malo. De hecho, hasta es beneficioso que el pequeño ahorrador lo haga. Pero tengo que añadir ciertos matices. Uno de ellos es que, cuando inviertes, debes dejarte aconsejar por un asesor financiero. Este te va a cobrar un dinero, pero es mejor dejar que te guíe a realizar este tipo de acciones por tu cuenta.
Uno tampoco debe dejarse llevar por el ‘cuñadismo’ de ese amigo, compañero de trabajo o familiar que dice: «He invertido aquí y he ganado muchísimo dinero sin arriesgar nada». Eso es imposible.
Otra cosa que uno tiene que saber es que puede perder su dinero porque las rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras. Y, sobre todo, el pequeño ahorrador jamás debe invertir a corto plazo. Los que ganan dinero de verdad son esos ancianos que han tenido acciones toda su vida en Telefónica o Santander y que han recogido sus rentas después de muchos años de inversión.
Está claro que los impuestos son necesarios para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, pero este término suscita grandes polémicas entre ellos. Alrededor de él giran siempre tres preguntas: ¿a quiénes deben cobrárseles?
A todos.
«Uno tampoco debe dejarse llevar por el ‘cuñadismo’ de ese amigo, compañero de trabajo o familiar que dice: «He invertido aquí y he ganado muchísimo dinero sin arriesgar nada». Eso es imposible»
¿A qué nivel?
El sistema debe ser proporcional. Un trabajador por cuenta propia o ajena no puede ni debe pagar lo mismo que una gran empresa. Lo que pasa es que esta última siempre contará con enormes departamentos de ingeniería fiscal y contabilidad financiera, y en ellos trabaja gente que conoce la ley hasta el más mínimo detalle y que consigue exprimir todo el dinero que puede. Y sin hacer nada ilegal.
Por cierto, otra de las cuestiones que trato en mi libro es la de cómo puede el ciudadano realizar acciones semejantes a través de la declaración de la renta, ya que en ella se pueden marcar deducciones autonómicas cuya existencia desconoce la mayor parte de los contribuyentes.
¿Dónde deben destinarse los impuestos?
A los lugares a los que ya van: los servicios públicos. El 40% del presupuesto del Estado se invierte en las pensiones, y la Comunidad de Madrid gasta el 80% del suyo en sanidad y educación. En general, no hay muchos cambios en los presupuestos estatales. Yo los llevo analizando muchos años, y las grandes partidas son las que son. No hay mucho más margen.
¿Qué es lo esencial que tiene que asimilar la gente de Crisisfobia?
Que no solo hay que preocuparse por el dinero en épocas de crisis, sino que también hay que ocuparse de él cuando la economía vaya bien. Tenemos que mirar siempre céntimo a céntimo para prevenir futuros periodos de incertidumbre.
Las doce campanadas
Sitio más bonito de Madrid: La zona del Templo de Debod. Es un sitio céntrico, pero aislado. Una ventana a la naturaleza.
Una tarde cultural en: Recorriendo el paseo del Prado y sus museos, sin ningún género de duda.
Un lugar para comer bien: El restaurante Raimunda, en el palacio de Linares
Su monumento preferido: Me gusta mucho la plaza del Dos de Mayo.
¿Se ha comido alguna vez las uvas en la Puerta del Sol?: Varias. Hace muchos años, cuando trabajaba en la sección Local del ABC, pasé una Nochevieja con el SAMUR. Tomé las uvas con sus equipos detrás de Sol y estuve toda la noche con ellos, recorriendo los diversos incidentes que suelen suceder en esos días festivos.
Un plato, alimento o producto madrileño: El cocido
Una calle: Me gusta mucho la calle Augusto Figueroa.
Sitio desconocido de Madrid al que llevarías a un extranjero: Una de las terrazas menos conocidas de Gran Vía. Se entra por un portal donde parece que no hay salida. Tiene unas vistas estupendas y apenas tiene gente.
Canción que te recuerde a Madrid: Cualquiera de Mecano.
¿Cibeles, Neptuno, u otra fuente para los triunfos deportivos?: Neptuno.
¿Ha bailado un chotis?: He ido a la pradera de San Isidro y me gusta mucho el ambiente, pero no he podido bailarlo.
¿Qué tiene Madrid que no tiene otra ciudad?: Lo de que es una ciudad abierta y acogedora es cierto, pero a mí me gusta en especial el hecho de que puedes conocer a mucha gente muy distinta que te abre la mente con sus experiencias, pareceres, modos de vida e ideologías. Llevo aquí 23 años y he conocido a muchas personas así.
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