Javier Martín: «No hay inversión suficiente en salud mental en España. Faltan miles y miles de psicólogos”
Javier Martín
Actor

Hablar de Javier Martín (Madrid, 1972) es hacerlo de historia de la televisión, pero también de un hombre polifacético y con mucho que contar. Ahora centrado en su carrera como actor, le podemos ver sobre las tablas en el Teatro Maravillas con ‘Lotto‘ y en el Teatro Reina Victoria con ‘Sueños de un seductor’, un texto de Woody Allen. De eso charlamos con él y también de salud mental, un tema que él aborda en su libro ‘Bipolar y a mucha honra’, publicado el pasado otoño por la editorial Espasa.
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Vamos a comenzar hablando de teatro. A tu participación en el Teatro Maravillas en la obra ‘Lotto‘, sumas también que estás sobre las tablas del Reina Victoria con ‘Sueños de un seductor’, una comedia de lo más divertida.
Sí, estoy interpretando a Alan Fix, un personaje muy histriónico. Es Woody Allen. Viene de una obra de teatro estadounidense y luego se hizo la película y para mí está siendo un placer porque es muy divertida. Es un personaje muy nervioso y el público se lo pasa bomba. Están riéndose toda la función. Es un texto maravilloso. No ha pasado el tiempo por él.
Función a función, supongo que el personaje irá teniendo cada vez más cosas tuyas, pero habrá cosas del personaje que se van quedando contigo. ¿Cuáles son?
Pues quizá la excentricidad. A veces yo puedo ser un poco excéntrico. Este personaje está un poco atacado y yo reconozco que a veces me pongo nervioso. Cada vez lo llevo mejor, cada vez soy más tranquilo, más paciente, pero hay una parte de mí con mucho nervio y con mucha energía interna. Y luego tengo un vago interior que también lo saco. Pero tengo esas dos luchas. Hay mucho de ese personaje en mí.
Ser tranquilo en tiempos pandémicos es un triunfo. ¿Has notado un cambio en la energía que siempre se vive en los teatros?
Sí. La gente en general tiene más ganas de pasarlo bien, de reírse, de olvidarse de los problemas. Y muchísima gente me cuenta que no tiene televisión, que se la ha quitado. Y yo soy uno de ellos. Ahora me informo por otros canales. La actualidad existe, pero también existe otra realidad que yo intento ver, que es algo más optimista.
“Está siendo un placer hacer ‘Sueños de un seductor’ porque es muy divertida. Es un personaje muy nervioso y el público se lo pasa bomba. Están riéndose toda la función”
Es curioso que alguien a quien conocimos a través de la pantalla ahora no tenga televisión.
Se nos estropeó y le dije a mi marido: “Oye, ¿y si quitamos la tele?”. Y le pareció estupendo, así que no tenemos. Tengo el ordenador, a la hora de comer pongo las noticias y lo veo, pero ya no es lo mismo. Ahora escucho más música en casa y tenemos un proyector en la pared y vemos las series de plataformas por la noche. Pero es que no se puede estar todo el día viendo las cosas negativas.

El actor Javier Martín nos habla sobre Alan Fix, el personaje que está interpretando en la obra ‘Sueños de un seductor’, en el teatro Reina Victoria. / Sara Calle
Estuviste siete años en ‘Caiga Quien Caiga’, ¿qué recuerdas de esa época dentro de la tele?
Yo tengo un recuerdo maravilloso de ‘Caiga quien caiga’. Todo, desde el principio, desde el día que me dieron la noticia de que iba a ser presentador y reportero. Sobre todo, porque había muy buen ambiente. Wyoming es un ser maravilloso, generoso, fantástico y divertidísimo. Y lo pasaba muy bien haciendo los reportajes. Trabajaba muy poco a la semana y cobraba una pasta. Empecé con 23 años, ganaba mucho, me conocía todo el mundo, me regalaban cosas, me iba de viaje y fue una maravilla. Fue una época muy divertida.
Hacíais las preguntas más directas de la televisión. Ahora qué sueles ser tú el entrevistado, ¿temes las preguntas incómodas?
Yo creo que no. He ido a ‘Sálvame’ varias veces y me preparo las entrevistas mentalmente. Según dónde voy, pienso lo que es muy probable que me vayan a preguntar y me lo preparo. Pero con humor y quitándole importancia a lo que te están preguntando se puede salir de cualquier situación.
El programa terminó y se insinuó que una mano todopoderosa pedía el final de la emisión. ¿Hay algo de cierto en aquel rumor?
Yo creo que no. Se decía que el Gobierno había dicho algo para quitar el programa y yo creo que no, que puedo ser una cosa de la productora con la cadena o que no llegarían a un acuerdo. Sinceramente no lo sé, pero eso del Gobierno no tiene mucho sentido, porque justo después empezó otra versión de Caiga quien caiga con otros reporteros que se supone que iban a hacer lo mismo que nosotros. Pero ahí quedarán en el misterio las razones, solo los que lo sabían las conocen.
El teatro es hoy en día tu vida. No solo por la obra que representas, también porque estás vinculado a una compañía teatral además bastante especial que se llama La Barandilla.
Bueno, pero eso no es una cosa mía. La compañía es de la asociación La barandilla. Y cuando empecé a hablar de mi trastorno mental, ellos me preguntaron si quería ser director de teatro. Yo no soy director, pero me dijeron: “Mira, Javi, somos las terapeutas las que estamos dando clases de teatro a estas personas con trastornos mentales. Con lo poco que tú puedas ofrecer, será más que lo nuestro”. Y lo vi clarísimo. Ahora ya llevamos la segunda función y a veces nos vamos de gira por algún sitio. Es el primer sueldo que han tenido muchos de ellos gracias a las entradas que hemos sacado y es importante para ellos. Además, soy consciente de la labor curativa y de sanación que tiene el teatro. He visto su proceso en todos estos años en los ensayos, lo que ha significado para ellos subirse a un escenario y ha sido maravilloso. Han tenido un avance espectacular.
«Para mí el teatro ha sido totalmente sanador. En los peores momentos de mi vida, con la depresión, cuando me subía al escenario desaparecía esa hora y media me olvidaba de los problemas»
El poder terapéutico de la escena.
Es que abarca tantísimas cosas… tratar tu seguridad, controlar los nervios y esos miedos. Te ayuda a trabajar en equipo. Cuanto mejor estén los demás, mejor estarás tú. Y para mí ha sido totalmente sanador. Los peores momentos de mi vida, con la depresión, en el momento en que me subía al escenario la depresión desaparecía durante esa hora y media y me olvidaba de los problemas.
Haces comedia y, a raíz de la salida de tu libro, ‘Bipolar y a mucha honra’, has dicho que uno puede reírse de todo y que, de hecho, debe hacerlo. ¿Cómo se gestó la idea de escribir sobre esto y hacerlo de esa manera?
Todo esto ha sido un proceso. Cuando pasé lo más grave de todo el trastorno bipolar y lo superé, la idea estaba por ahí rondando. Tenía clarísimo que quería escribir un libro. Pero creo que hay una razón primordial por la que lo escribí y por la que hago prácticamente todo lo que hago en salud mental. Y es que, cuando yo estaba con la depresión y quería quitarme la vida, tenía la certeza absoluta de que jamás podría salir de eso. Mi única salida era quitarme la vida. Y desde que salí de aquello, siempre está en mi mente contarles a esas personas que están en esa situación que se puede salir. Si lo cuenta una persona que lo ha vivido, se le escucha de otra manera.
¿Cómo crees que se puede ayudar a alguien que pasa por esa situación? ¿Qué es lo que se debe y lo que no se debe hacer nunca?
Lo primero, paciencia. Paciencia para la familia y los amigos, porque no es fácil encontrarte con una persona que tiene un trastorno mental. Depende de la gravedad, pero se pasa mal. Decirles que no depende de la persona que tiene el trastorno, que tienen que acompañarle un especialista, un psicólogo, un psiquiatra, intentar que se tome la medicación, porque hay veces que nos resistimos y no queremos tomarla. A mí me pasó.
Y sobre todo, decirles que las cosas mejoran. Al principio es bastante duro, pero que va aprendiendo. Se puede llegar a tener una vida muy estable y que va mejorando, pero la persona que tiene el trastorno tiene que asimilar también qué es lo que le pasa, asimilar la medicación, quitarle el estigma y también cuando su entorno le dice que debería ir al psicólogo o al psiquiatra. Y todo eso no ocurre el primer día.

Javier Martín habla de su amor por la escena: «Empecé a hacer cosas de interpretación y luego apareció el mundo del teatro de la mano de Gabriel Olivares y ahí descubrí todo un mundo. El teatro me cambió completamente la vida». / Sara Calle
Estamos en un momento en que la depresión y la ansiedad están cada vez más presentes en la conversación pública, pero el tema del suicidio parece seguir siendo un tabú.
El suicidio es el mayor problema que tiene esta sociedad, porque las cifras son escandalosas. 3941 suicidios al año. Son, cada día, 11 personas que se quitan la vida y 200 que lo intentan. Son cifras que multiplican por cuatro los accidentes de trabajo, de tráfico, la violencia de género. Y no se está dando la importancia que se debe a los suicidios.
No hay inversión suficiente en salud mental en España, no hay inversiones en sanidad pública en general, pero en salud mental todavía es muchísimo peor. Faltan miles y miles de psicólogos. En España tenemos tres veces menos psicólogos que en el resto de Europa. Falta educación emocional en las escuelas, programas de prevención de suicidio.
«Me gustaría que la gente viera esperanza. Se sufre muchísimo, se pasa muy mal durante un tiempo, pero que no pierdan la esperanza»
Falta muchísimas cosas, porque además el suicidio se puede prevenir. Yo pude por suerte pagarme un una psicóloga y un psiquiatra privados, pero eso eran 600 € al mes, porque tienes que ir cada semana. Cuando te dan cita dentro de tres meses y te ve una psicóloga durante cinco o diez minutos y la siguiente cita es dentro de otros tres meses no se puede llevar o un mantenimiento. Siempre digo: ¿Cuántas personas se habrán quitado la vida por no poder acceder a una sanidad pública, a un psicólogo o a un psiquiatra públicos? Se pueden evitar los suicidios, pero hay que invertir.
Quizá los medios de comunicación también deberíamos cambiar la forma en la que contamos determinadas cosas.
Hay mucha desinformación de qué es lo que se debe hacer. Sí se debe informar del suicidio, seguramente de lo que no se debe informar es de las maneras de hacerlo, porque eso no aporta nada. Además, se debe informar de cómo se puede prevenir el suicidio y de cómo se puede ayudar. Cuando damos una información de un caso de violencia de género sale el teléfono de violencia. Yo me metía y buscaba suicidios en Internet, ¿cómo es posible que no saliera una información que dijera: «Si estás viendo esto, quizá necesitas ayuda»? porque seguramente me hubiese ayudado.
Los medios comunicación tienen que informar de cómo se puede ayudar a esas personas a salir de esa situación. Y falta muchísima educación emocional. Se promueve el hablarse de una manera que crea mala salud mental. Estar a la gresca no es bueno para ninguna mente. Y luego, intentar dar charlas en institutos sobre educación emocional que muchas veces los jóvenes están muy perdidos. Yo voy a darlas y hay muchos problemas en la juventud sobre qué es lo que deben hacer con sus emociones. E incido en los problemas de drogas, porque la droga te lleva muchas veces a tener problemas de salud mental. También el acoso escolar, que cuando alguien provoca el acoso está provocando un problema de salud mental muy grave que puede llevar a situaciones muy peligrosas.

«He aprendido a decir que no a las cosas y quiero hacer lo que me apetece hacer», cuenta Javier Martín, con quien hablamos de autoconocimiento y salud mental. / Sara Calle
No tienes televisión, pero sí redes sociales, ¿Cómo te gestionas dentro de ese entorno que a veces es muy hostil?
Bueno, son muy útiles. A mí me sirven para difundir mensajes sobre salud mental, cosas en las que trabajo, para hacer vídeos chorras… Si se utilizan bien, están bien, pero es verdad que tenemos mucha obsesión. Reconozco que cuando te dan un like o cuando te sigue alguien, notas la dopamina en el cerebro, pero hay que llegar a unos niveles donde te puedas reír de ello y entenderlo, y no entrar en la obsesión, porque esto le pasa a mucha gente joven. Además, las redes, pueden ser muy buenas porque reflejan en muchos casos una gente maravillosa. Pero, por otro lado, tiene esa parte del postureo y eso genera en los jóvenes una necesidad de aparentar algo, cuando por dentro no se sienten así.
A ti la fama te llegó 22 años. Entonces no había redes, ¿qué crees que hubiese pasado si se hubiera dado esa conjunción?
Pues hubiese salido haciendo las mayores barbaridades del mundo. Menos mal que lo cuento todo en el libro y ya no hay problema. Aunque entonces también tenía sus momentos. De repente llegaba a un colegio de niñas y me rodeaban y me montaban un pollo en la calle. Pero siempre lo llevé bien. Yo me hice mis reglas nemotécnicas y ahí cada persona que viene a hablar conmigo tiene dos minutos o tres minutos para hablar porque yo tengo que seguir mi vida.
“¿Cuántas personas se habrán quitado la vida por no poder acceder a una sanidad pública, a un psicólogo o a un psiquiatra públicos? Se pueden evitar los suicidios, pero hay que invertir”
¿Con qué mensaje te gustaría que se quedara quien lea tu libro o te escuche hablar?
Sobre todo, me gustaría que la gente viera esperanza. Se sufre muchísimo, se pasa muy mal durante un tiempo, pero que no pierdan la esperanza. Yo estuve a punto de quitarme la vida y la vida me ha dado la razón, no tenía que hacerlo, porque después de aquello lo superé. Me hice más fuerte, me gusto más a mí mismo y hubiese sido una pena que me hubiese perdido la cantidad de cosas maravillosas que han sucedido después de aquel momento. La vida es maravillosa, se aprenden muchísimas cosas. Hay momentos difíciles, pero que hay que empezar a sacar las cosas buenas que todas las vidas tienen y hasta de los momentos más duros puedes sacar aprendizajes maravillosos. Si me escuchan y si la gente sigue teniendo esperanza, ya habrá valido la pena.
Las doce campanadas
Sitio más bonito de Madrid: Hay muchos. Me gusta muchísimo Madrid. Pero yo diría que es el Templo de Debod, porque por los atardeceres que tiene.
Una tarde cultural en: El Paseo del Prado, con el Thyssen, el Museo Prado y el Reina Sofía.
Un lugar para comer bien: Ahí tengo un problema, porque siempre que llaman mis amigos y les digo dónde comemos, que nunca sé donde elegir,. Pero me encantan los bocadillos de calamares. Así que esos lugares al lado de la Plaza Mayor.
Su monumento preferido: Hay uno que me gusta mucho. Yo creo que no es muy conocido. Está cerca de Nuevos Ministerios y es el monumento a la Constitución. Es una especie de cubo escalonado. Ahí nos subíamos de pequeños.
¿Se ha comido alguna vez las uvas en la Puerta del Sol?: El 31, no. Me las he comido el 30 de diciembre y casi ni llegamos a la Puerta del Sol porque estaba tan lleno como en Nochevieja. Mucho trajín para mí.
Un plato, alimento o producto madrileño: El cocido. El de mi madre, que es un cocido madrileño.
Una calle: Una chiquitita que se llama Campomanes y sale de de la plaza de Ópera. Parece como un poco inglesa, como londinense y me gusta mucho.
Sitio desconocido de Madrid al que llevarías a un extranjero: no es algo de Madrid, pero hay un hay un restaurante que te dan la cena a ciegas. Y creo que también a la casa de campo. Se sorprendería mucho con que tan cerquita haya un bosque tan maravilloso y tan espectacular.
Canción que te recuerde a Madrid: Mi querida Ana Belén, con ‘A la sombra de un león’ de Joaquín Sabina.
¿Cibeles, Neptuno, u otra fuente para los triunfos deportivos?: No soy nada futbolero, aunque voy con España a los Mundiales. Y como fuente, hay una muy bonita en Plaza de España.
¿Ha bailado un chotis?: Sí, pero un poco el haciendo el tonto, en las ferias, en las verbenas.
¿Qué tiene Madrid que no tiene otra ciudad?: Madrid tiene tantas cosas maravillosas… pero había una publicidad que decía cuando vienes a Madrid ya eres de Madrid. Y yo lo corroboro porque toda mi gente son de fuera de Madrid y aquí les acogemos. Y luego que la ciudad tiene un tamaño bastante conveniente para ser una capital de un país. No es inmensa.
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